Cuando hablamos de la memoria según Wulf Kansteiner y Salvador Ortí[1], bajo una óptica de conceptualización, vemos una interacción entre tres factores de índole histórico: todas nuestras representaciones de la realidad se encuentran enmarcadas en determinadas tradiciones de carácter socio cultural e intelectual, despliegue de los llamados creadores de la memoria (correspondiente a aquellos que de una forma selectiva eligen y transforman o mantienen las tradiciones en las cuales se enmarcan nuestras tradiciones) y, por último, el tercer elemento alude a los consumidores de memoria (asociado a los sujetos que usan o transforman los procesos de memoria establecidos por los creadores de memoria).
En este sentido, al pensar sobre la memoria nos encontramos ante la presencia de una palabra con significados múltiples que se asocian de acuerdo al contexto en la cual se encuentra involucrada o inserta. De acuerdo a Justo Beramendi y María Jesús Baz[2], la memoria alude, por una parte, a los recuerdos formados a partir de lo vivido directamente por los sujetos y, por otra, se refiere a toda representación del pasado que es compartida en un escenario determinado, convirtiéndose así en portadores de una memoria colectiva.
El dilema que se presenta con la memoria colectiva, señalan los autores, dice relación con su carácter perecedero. Al respecto, comentan:
“La memoria colectiva sobre algo, aparte de cambiante, es perecedera, pues desaparece con los sujetos/ testigos directos o, como mucho con sus hijos y nietos, que han recibido los recuerdos personalmente y por vía oral. Pero en este mismo proceso de transmisión intergeneracional se empieza a producir ya (cuando se produce) la transformación de la memoria en tradición o en partes de una tradición”[3]
Dicha mirada en torno al carácter perecedero de la memoria colectiva y su confluencia con la tradición y el traspaso intergeneracional, fue puesta en cuestión por el historiador Pierre Nora. Criticó que todo lo relativo a las memorias se enfocará en los usos sociales y políticos posibles de dar a partir de la historia, fomentándose la producción de los lugares de memoria y dejando en un segundo plano lo relacionado con la función social de la memoria.
Hay un cuestionamiento de la memoria colectiva en cuanto a su construcción conceptual, pues mediante dicha terminología no se da cuenta de la base social que trae consigo el proceso de la memoria. ¿De qué manera se puede explicar la función social de la memoria?, es la pregunta que surge y de la cual diversos autores han reflexionado.
El valor de la memoria, de esta forma, es, a juicio de Arfuch, “traer al presente narrativo la rememoración de un pasado, con su carga simbólica y a menudo traumática para la experiencia individual y/o colectiva»[4]. La relación entre el mundo privado y el público, el cual es parte estructurante de la memoria, se hace presente en las entrevistas como lo explica Arfuch: “los usos de la entrevista no siempre apuntan a incrementar nuestro conocimiento de los hechos sino, muy frecuentemente, a relacionar dos universos existenciales, lo público y lo privado, en una variedad de cruces, mezclas y superposiciones”[5] y donde se genera un proceso de comunicación dialógica trayendo consigo que los individuos “a partir de relatos personales, construye un lugar de reflexión, de autoafirmación (de un ser, de un hacer, de un saber), de objetivación de la propia experiencia”[6].
En otras palabras, a través de las entrevistas las personas, las que actúan como informantes de la investigación, desarrollan y estructuran un orden posible de vida que da cuenta de un registro de la experiencia.
El abrir una puerta de forma paulatina y darle una interpretación, así la historiadora Carolina Delgado describe el rol jugado por la memoria. Así, la vida de un individuo “se abre hacia la comprensión y la reconstrucción del contexto en que se da. La memoria de un entrevistado da datos y experiencias que el historiador resignifica históricamente”[7]. La memoria, en un rol eminentemente social, es utilizada con el fin de preguntarse respecto a las formas en que las personas construyen su sentido del pasado. clave
Una forma de comprender el significado de la memoria es entender la relación existente entre historia y memoria: mientras la primera corresponde a lo acaecido, lo segundo hace referencia a un pasado que actualmente se encuentra en curso. La memoria es, en definitiva, el espacio intermedio que se genera entre el presente y el pasado: o sea, cómo los hechos son recordados por las personas de la actualidad.
Coincidimos con el historiador y escritor italiano Alessandro Portelli, en el sentido de que “la memoria simplemente es: no podemos decidir si tener o no memoria, y sólo parcialmente podemos controlar su contenido y funcionamiento. En gran medida, la memoria funciona como un músculo involuntario, independiente de nuestras órdenes conscientes»[8], señala el intelectual. La cotidianidad de la memoria confluye con el deseo historiográfico de indagar sobre el pasado a través de la entrevista, generando con ello lo que Portelli denomina una triangulación de géneros[9]: por un lado, las dimensiones historiográficas (referente a la historia de los hechos e historia de la memoria en particular) y por el otro espacio social (lo que involucra la dimensión pública y privada de los informantes).
Todo lo anterior queda de manifiesto en la denominada Memoria Social, la que alude a los recuerdos “socialmente compartidos y sostenidos suficientemente en el tiempo por entidades colectivas con auto identidad – aquí privilegio las identidades políticas – que son más que la suma de recuerdos individuales, hasta el punto que podemos hablar de comunidades de memoria donde son relevantes los recuerdos de los triunfos, logros y traumas”[10].
La memoria social genera, según el historiador Xavier Etxeberria,
“una articulación, u operación dialéctica, entre la memoria colectiva ya asentada, donde recordamos individualmente el marco de sentido que nos proporciona y que interiorizamos a través de sociabilizaciones diversas – momento de receptividad- y la memoria individual de las propias vivencias o de compartir con otros que tienen la capacidad de incidir crítica y creativamente en la memoria social: momento de la iniciativa.”[11].
Los momentos de receptividad (el marco en que se inserta la memoria de un individuo) e iniciativa (memoria individual) son los elementos articuladores de la llamada memoria social, planteamiento teórico que nos permitirá durante el transcurso de la investigación propuesta comprender el actuar de los diversos actores sociales involucrados en la temática indagada y los distintos escenarios donde se mueven.
Es interesante, en este sentido, reseñar las etapas de un proceso de rememoración del pasado, identificadas por el pensador Tzvetan Todorov[12] y las cuales son:
-La construcción de los hechos y del sentido: Al momento de rememorar un pasado, no se pueden acceder a las “huellas físicas y psíquicas de lo ocurrido porque, entre los acontecimientos propiamente tal y sus vestigios, ha tomado lugar un proceso de selección que escapa a la voluntad de los individuos”[13], explico el estudioso al respecto. Tras la selección de los hechos del pasado, éstos se unen entre sí para de esta manera generar relatos o argumentos.
-Interpretación de los hechos del ayer: En la instancia, la persona debe relacionar los hechos entre sí y, si hablamos de los profesionales de las humanidades, insertarlos dentro de un contexto determinado.
-Uso del pasado: Tras la construcción de los hechos y su sentido, además de la interpretación respectiva, la interrogante que surge dice relación con el uso que se le dará a ese pasado construido.
Un ejemplo de las etapas descritas por Todorov, lo podemos ver en el caso de las violaciones a los DDHH registradas en la Dictadura Militar chilena , encabezada por Augusto Pinochet. De acuerdo a Steve Stern, lo anterior generó las denominadas luchas por la memoria, “que giraban en torno a qué hechos verdaderos y fundamentales no se podían olvidar, así como su significado para el presente y el futuro, se abrieron paso en la política y la cultura pública”[14], es decir, si pensamos en las ya mencionadas violaciones a los DDHH, vemos que los partidarios del Régimen Militar lo asocian a excesos individuales y los opositores, determinan que el actuar fue sistemático y parte de las políticas estatales aplicadas en la época.
En definitiva, la memoria como herramienta metodológica nos ayuda a comprender no sólo los aspectos estructurales del proceso que se está indagando sino también la cotidianidad del mismo, a través de las voces de sus protagonistas del ayer y hoy. Ejercicio no exento de dificultades, pero apasionante.
Referencias
[1] Wulf Kansteiner y Salvador Ortí Camallonga, Dar sentido a la memoria: Una crítica metodológica a los estudios sobre la memoria colectiva, Pasajes, (No. 24, pp. 30-43, Publicacions Universitat de Valencia, 2007). Disponible en http://www.jstor.org/stable/23075891 (consultado el 28 de febrero 2017).
[2] El análisis en torno a la memoria lo realizan en Justo Beramendi y María Jesús Baz (editores), Identidades y Memoria Imaginada, (Valencia: Publicaciones de la Universidad de Valencia, 2008).
[3] Ibid, 15 y 16.
[4] Leonor Arfuch, Memoria y autobiografía: Exploraciones en los límites, (Buenos Aires: Fondo de Cultura Económica,2013), 24.
[5] Leonor Arfuch, La entrevista: una investigación dialógica, (Madrid: Paidos, 1995), 24.
[6] Ibid, 54.
[7] Carolina Delgado, Análisis del testimonio como fuente oral: género y memoria en Encuentro de Latinoamericanistas Españoles (realizado en Santander): Viejas y Nuevas alianzas entre América Latina y España, Santander, 2006, 1137-1145,1140. Disponible en https://halshs.archives-ouvertes.fr/halshs-00104016/document (consultado el 22 de marzo 2017).
[8] Alessandro Portelli, Sobre los usos de la memoria: memoria- monumento, memoria involuntaria, memoria perturbadora (Conferencia dictada en el marco de la entrega del Título de Miembro Honorario de la Universidad Nacional de Pla Plata), Revista Socio Histórica, (número 32, Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación, Universidad de La Plata, 2013), 1.
[9] Dichos planteamientos los realiza en Alessandro Portelli, “El uso de la entrevista en la Historia Oral”, en Anuario N° 20 de la Escuela de Historia, Universidad Nacional de Rosario, Rosario, 2003-2004. Disponible en http://www.comisionporlamemoria.org/archivo-oral/docs/portelli_entrevista_historia_oral.pdf (consultado el 20 de marzo 2017).
[10] Xavier Etxeberria, La Construcción de la Memoria Social: el lugar de las víctimas, (Santiago de Chile: Museo de la Memoria, 2013), 18.
[11] Ibid, 21 y 22.
[12] Tzvetan Todorov, Los usos de la memoria, Colección Signos de la Memoria, (Santiago de Chile: Museo de la Memoria y los Derechos Humanos, 2013).
[13] Ibid, 21.
[14] Steve Stern, La ironía de la política de la memoria en una época post heroica: Chile y la cultura mundial en Cth Collins, Katherine Hite y Alfredo Joignant, Las Políticas de la memoria en Chile: desde Pinochet a Bachelet, (Santiago de Chile: Ediciones Universidad Diego Portales, 2013), 13.
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